Enero, mes de invierno con pleno frío, época de limones, peras y mandarinas, siendo estas, las protagonistas de hoy. La idea de hacer una mermelada de mandarinas se me ocurrió de casualidad cuando se me fue la mano en la frutería y compré 3 kilos de mandarinas. Pensé en qué hacer con tanta clementina que, finalmente, parte de ellas, acabaron en un tarro bien confitadas.
Si la mandarina está dulce, no hará falta añadirle mucho azúcar. Algo si, ya que hace de conservante; por ello, no va mal meterle alguna mandarina ácida para que haya que reforzar con azúcar.
La mandarina, a diferencia de otras frutas como los arándanos, ciruelas… (con las que se suelen hacer mermeladas), no tiene pectina, elemento necesario para que una mermelada espese. Si triturásemos una mandarina, no dejaría nada más que un zumo, no un puré como podría ser en otros casos, es por ello que hay que usar un gelificante para que espese. En mi caso, he utilizado el agar-agar, proveniente del alga de su mismo nombre. (Si no tienes agar agar, puedes hacerlo con gelatina de “cola de pescado”)
Ingredientes:
Para la mermelada:
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- 500 gr de mandarina tipo clementina
- 100 gr de azúcar
- El zumo de ½ limón
- Agar agar